Las repisas de tienditas y grandes cadenas de supermercados ya están llenas de productos con los nuevos sellos negros que advierten su exceso de grasas, azúcares, sodio y calorías.
El nuevo etiquetado o formalmente llamado “etiquetado para la salud” busca generar conciencia entre los consumidores, a fin de modificar sus hábitos de alimentación y, con ello, revertir los altos porcentajes de obesidad y sobrepeso que reportan los mexicanos.
Oficialmente, será a partir del 1 de octubre que esta disposición entre en vigor, sin embargo, expertos advierten que el nuevo etiquetado es apenas un primer paso en la batalla contra éstas y otras enfermedades como diabetes e hipertensión.
Asegura que si, paralelamente, no se echa a andar una política integral que articule este nuevo etiquetado con otras políticas públicas, de poco servirá la medida.
Basado en estudios internacionales
“Es una herramienta muy, muy importante. No es una solución absoluta, ni de lejos, porque estamos hablando de problemas complejos que involucran muchos sectores y la misma estructura de la sociedad, pero –sin duda– es una herramienta muy poderosa que permite articular políticas alrededor de la orientación alimentaria, los controles y las regulaciones de publicidad para los espacios donde se pueden vender estos productos”, explica Simón Barquera, director del Centro de Investigación en Nutrición y Salud.
En entrevista con Tec Review, el experto cuenta que las modificaciones a la Norma Oficial Mexicana 051, que dieron origen al nuevo etiquetado, están basadas en más de 20 estudios internacionales que dan confianza en que el etiquetado para la salud permitirá dar pasos firmes hacia una mejor prevencióny control de las enfermedades crónicas.
Basta recordar que en América Latina, México no es el primer país en donde se impulsa este nuevo etiquetado. Chile fue el primer país en implementarlo, le siguió Perú y Uruguay.
Los resultados que se han tenido, considera Katia García, coordinadora de salud alimentaria de la organización no gubernamental El Poder del Consumidor, son innegables.
“En Chile se reporta una disminución del consumo de bebidas azucaradas en un 25 % y una disminución en el consumo de cereales para el desayuno, que están llenos de azúcares, del 14 %”, explica.
Sin embargo, los beneficios que se puedan dar en México tomarán tiempo. Además, desde el gobierno, la academia y sociedad civil se deben echar a andar políticas articuladoras que permitan una estrategia integral contra el sobrepeso y obesidad, enfermedades que detonan otras tantas y que anualmente cuestan el 5.3 % del PIB, de acuerdo con esta ong.
“El etiquetado por sí solo no va a resolver el problema, necesitamos que haya una política integral de combate a la obesidad. ¿Qué falta?, que se regule la publicidad dirigida a la infancia, la alimentación en las escuelas, que se aplique un impuesto a alimentos y bebidas ultra procesados como se hace en otros países, que se promueva la lactancia materna y el fomento al campo. Necesitamos verlo como un todo para que podamos ver un efecto positivo en la salud de la población”, insta García.
Regulación y no solo campañas
En las últimas dos décadas se han realizado campañas como “Muévete, Chécate y Mídete” y otras tantas más que fueron impulsadas por gobiernos locales y estatales que promueven la activación física, pero ¿por qué no han funcionado?
Barquera no duda en su respuesta: “todo este tipo de programas fueron fomentados por la industria de comida chatarra que lo que buscaba era distraer de las verdaderas causas. Pensar que, si se hace una clase de zumba o aerobics, o una caminata de media hora neutraliza el haberse tomado una botella de 600 mililitros de refresco es un error. Ahí no hay un equilibrio”.
Si verdaderamente se quiere lograr un cambio se debe empezar modificando los hábitos de alimentación en combinación, entre otros, con la actividad física.
“Estar haciendo recomendaciones de actividad física para equilibrar el alto consumo de comida chatarra es un error, se tenía que hacer una estrategia que de manera frontal y honesta le dijera a la gente que la causa de estas enfermedades crónicas es en gran parte el consumo de estos alimentos malsanos”, insistió el experto.
Más allá del “come frutas y verduras”
Una primera sinergia que se logrará -y no la única que se debe impulsar- es tener la atención de los más pequeños de la casa. El nuevo etiquetado y la materia de Vida Saludable que se imparte en las escuelas de educación básica son ejemplo de ello.
Con esto, celebra Barquera, se trascenderá el “toma agua y come frutas y verduras”, por información accesible y clara sobre los efectos que los alimentos malsanos tienen en la salud, por ejemplo, la diabetes que aumenta el riesgo de muerte.
Con esta información, y atendiendo que el 90 % de la publicidad de comida chatarra va dirigido a los niños y que son ellos quienes modifican las decisiones de las familias a la hora de hacer las compras, se tiene confianza en que los impactos de esta medida podrían ser mayores.
En las escuelas, por otra parte, el etiquetado deberá fortalecer los lineamientos de 2010 que prohíben la venta de comida chatarra y bebidas azucaradas dentro de los colegios. Una medida que en su momento fue de avanzada, pero que no se cumple.
A nivel mundial, hay que recordar, México ocupa el primer lugar en sobrepeso y obesidad infantil.
Adiós al tigre Toño
María del Carmen Iñarritu, maestra en nutrición del departamento de salud pública de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), advirtió que la prevalencia de estas enfermedades en niños es del 35 % cuando un par de años atrás era de 30 %.
Por ello, como parte del nuevo etiquetado, a partir de abril de 2021 aquellos alimentos que tengan un sello o más no van a poder tener ninguna imagen atractiva en su empaque que llamen la atención de los niños.
Es decir, todas estas mascotas que se utilizaban principalmente en los cereales ya no podrán ser mostradas en sus empaques.
Entre los adultos -donde México se encuentra en segundo lugar mundial sólo detrás de Estados Unidos-, el porcentaje es del 75 % de la población, un incremento de alrededor 4 puntos porcentuales en solo dos años.
“El nuevo etiquetado no es suficiente, la obesidad y las comorbilidades son enfermedades multifactoriales, entonces deben ser atacadas por diferentes frentes(…) ninguna medida por sí sola va a ser suficiente para atacar este problema que es gravísimo”, señaló la académica.
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Más impuestos
Impulsar una campaña de información masiva en la que se explique a detalle el nuevo etiquetado, consideraron los expertos, debe ser el siguiente paso en la construcción de un programa integral que verdaderamente ataque al sobrepeso, obesidad y enfermedades crónicas que padecen los mexicanos.
De la mano, expone Katia García, se deben acatar las regulaciones internacionales, por ejemplo, en lo que respecta a los impuestos a las bebidas azucaradas.
A nivel internacional esta regulación contempla un impuesto del 20 % por cada litro de estas bebidas, sin embargo, en México es del 10 % y no se tiene claridad de cuál es el destino de este recurso.
“Tratamos de que esto sea como recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS) que sea del 20 % para que este dinero que se recaude sea destinado en la atención de las complicaciones que generan la obesidad o para tener sistemas de agua potable en las comunidades del país. Este es un tema pendiente porque tenemos el impuesto, pero también necesitamos que el dinero se destine a estas condiciones”, señala.
Impulsar la lactancia materna también debe ser un eje prioritario. En el país únicamente el 28 % de las mujeres lactan de manera exclusiva los primeros 6 meses, alerta María del Carmen Iñarritu.
Esto se debe principalmente a la publicidad desleal y poco ética que hacen los productores de las fórmulas.
“Si no trabajamos en esto y hacemos que respeten y no hagan prácticas que ponen en riesgo la salud de los mexicanos, pues no vamos a avanzar”, explica Simón Barquera, director del Centro de Investigaciones en Nutrición y Salud.
Los sustitutos de leche no solo son causa de malnutrición, infecciones y enfermedades diarreicas, sino que están directamente asociados a la pandemia de obesidad y sobrepeso a nivel mundial.
Estas fórmulas están hechas con azúcar o sustitutitos que un bebé no consumiría de manera natural.
Luego de que los Congresos locales de Oaxaca y Tabasco aprobaran la prohibición de venta a comida chatarra a menores de edad, Barquera piensa que sería otra acción que abonaría como parte de un plan integral de combate al sobrepeso y obesidad en México.
Con ella, se podría vincular el nuevo etiquetado, contaría con evidencia científica que la respaldaría y podría dar pie a una estrategia que congruente y homogénea
“Necesitamos pensar en formas de cómo proteger a la infancia de los productos malsanos”, dice.
En dos años, más informaciónn
Pensar que los resultados de la implementación del nuevo etiquetado en la prevalencia de sobrepeso, obesidad y enfermedades crónicas en México se darán en algunas semanas o meses, advirtieron los expertos, es un error. Esto podría tomar cinco o más años.
Lo que sí se sabrá muy rápido, en uno o dos años, será si disminuye o no el consumo de alimentos ‘chatarra’ como resultado del etiquetado saludable. Datos que sin duda alguna brindarán pistas de lo que a mediano plazo podría revelar, por ejemplo, la próxima Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT).
“Evaluar la reducción de la obesidad es la combinación de muchas estrategias (…) no se evalúa si la obesidad reduce en un país, lo que se evalúa es si cambia el pronóstico de la tendencia contra la tendencia real, ahí mucha gente se confunde”, detalla Barquera.
Es decir, la próxima medición podría arrojar que la obesidad y el sobrepeso siguen igual, en el mismo porcentaje. Se trataría a simple vista de un resultado negativo, sin embargo, apuntaría a todo lo contrario porque en los últimos años lo que se ha tenido es un aumento sostenido en la prevalencia de estas enfermedades.
De acuerdo con el experto, los primeros cálculos apuntan a que, si se logra la reducción de 37 calorías per capita durante cinco años, se podría dar un ahorro de 69 mil millones de pesos y habría un millón menos de personas con obesidad.
¿Cuánto serían 37 calorías?, dejar de tomar una cuarta parte de una lata de refresco, ejemplificó.
“No podemos esperar que, de un día para otro, o de un año para otro, la obesidad haya disminuido drásticamente, lo primero es la disminución en el consumo (de estos productos) porque a la larga estos cambios en la forma de comer deberían de impactar en las prevalencias de sobrepeso, obesidad, diabetes y enfermedades crónicas”, apoya García.