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Recordando la muerte George Michael un día de Navidad y sus amores ocultos

michael george

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George Michael lleva cinco años que dejó de existir y se le recuerda en estás fechas navideñas

George Michael, ídolo del pop británico, con ascensión asimismo en las listas de éxitos de los Estados Unidos, que enloquecía a las jovencitas, falleció a los cincuenta y tres años el día de Navidad de 2016. Su muerte estuvo al principio rodeada de misterio, al punto que se especuló acerca de si él mismo había dispuesto quitarse la vida, como también hubo rumores de que el deceso acaeció de manera violenta. Nada de eso era cierto. Aun así, todavía en el pasado verano, exactamente en la edición de un diario madrileño fechada el sábado 2 de julio, se aseguraba esto en un titular: “El misterio sin resolver de su muerte”. Pero no hubo tal intriga.

Georgio Kyriacos Panayotou era su auténtica identidad, hijo de padre grecochipriota que, instalado en Londres, puso un restaurante; su madre era bailarina, natural de Gran Bretaña. George se interesó por la música pop desde temprana edad, se ganaba unas libras esterlinas ejerciendo de “disc-jockey” (ahora ese cometido está a cargo de los Djs., que viene a ser lo mismo, en apócope) en un local juvenil, hasta que se integró en una banda de “ska”, uno de los ritmos que en la adelantada Inglaterra surgieron a mediados del decenio de los 70. Su siguiente paso lo dio con su amigo Andrew Ridgeley, fundadores de Wham!, que hizo mucho ruído, hasta que siempre tratando de evolucionar por sí mismo dio en convertirse en solista a partir de 1986.

Adoptando el nombre de George Michael para su carrera musical, prescindiendo del suyo propio en griego, llegó a vender más de cien millones de discos, durante las cuatro décadas que duró su triunfal carrera. Canciones como “Faith” y “Carless Whisper” fueron las más celebradas de su autoría. Tuvo otras también muy difundidas, caso de “Wake me up before you go go” (Despiértame antes de que te vayas vayas, repetido ese vocablo a propósito); “Freedom 90”; “Everything she wants (Todo lo que ella quiere) y una especialmente controvertida, “I want your sex” (Quiero tu sexo), demasiado atrevida, con una letra más que erótica que no gustó a los directivos de las principales cadenas radiofónicas de los Estados Unidos, quienes se negaron a incluirla en sus programas. Ello, no obstante, contribuyó a potenciar en USA el nombre del cantautor pop inglés, dotado de una voz singular propia de un tenor, que utilizaba a menudo los falsetes. Siempre admiró a sus compatriotas Paul McCartney y Elton John, lo mismo que al norteamericano de color, invidente, Stevie Wonder. Con el primero de los citados, cantó a dúo “Healt the pain”, una melodía que George le dedicó, emocionado. Fue afortunado también cuando la mítica Aretha Franklin, reina del soul, aceptó unir sus dos extraordinarias voces.

Era guapo, de cabellos rubios, solía cubrir sus ojos con lentes oscuras, y las adolescentes se derretían escuchándolo en sus conciertos. Pero George Michael guardaba un secreto íntimo: no le gustaban las mujeres. Con esa pinta de galán seductor que emergía de su atractivo cuerpo ¿quién de ellas podía suponer que era gay? Lo declaró públicamente en 1998, después de haberlo negado tiempo atrás. Se conoció entonces que, en 1991, había sostenido una larga relación en Brasil con el diseñador Anselmo Feleppa. Entre sus amantes, figuró el conductor de una furgoneta, el desempleado entonces Norman Kirtland. Y la más duradera de sus relaciones homosexuales fue con el empresario Kenny Goss, ejecutivo de una marca deportiva, con el que permaneció enamorado trece años.

George Michael logró poseer una fortuna estimada alrededor de cien millones de libras esterlinas. Su fama como cantautor era reconocida en muchos países, de Europa y al otro lado del Atlántico. Pero la fama, que no supo administrar convenientemente, y el consumo de alcohol y otras drogas fueron minando su existencia. De sostener discusiones y problemas con su casa de discos, Sony, de la que se fue para firmar con Virgin y luego retornar a aquella, pasó a mayores contratiempos, cuando ataques de soberbia o depresiones hacían mella en su carácter, siendo en otro tiempo amable con todo el mundo. Abusaba de la marihuana, fumándose diariamente veinticinco cigarrillos. Consumió crack. Condujo drogado a menudo y en una ocasión su camioneta fue a estrellarse en Londres contra las cristaleras de una tienda. Lo arrestaron, pasó cuatro semanas en la cárcel. Otra vez, en una redada policial lo encontraron en Beverly Hills, conocido barrio de Los Ángeles, en los alrededores de Hollywood, metido en un urinario practicando sexo con varios homosexuales.

Consecuencia de sus excesos, aquel atractivo muchacho de los años 80 fue ya entrado el siglo XXI un tipo obeso, descuidado en su apariencia física, con escaso pelo, gafas graduadas, bigote y perilla, que se parecía muy poco al que había sido antaño. Sobre todo había ganado mucho peso. Su declive ya era imparable en la segunda década del 2000. Tenía entonces como amante, el último de su larga lista de romances, al peluquero Fadi Fawaz. Vivían en su residencia inglesa de Oxfordshire, en la campiña, plácido lugar donde le sorprendió la muerte el 25 de diciembre de 2016. Anecdóticamente, había grabado otro de sus éxitos, “Last Christmas”. Y sí, en aquella fecha entrañable le llegó su última Navidad. Su representante informó a la prensa que George había fallecido mientras dormía, a consecuencia de un fallo cardíaco. Ya decíamos al principio que en los medios de comunicación británicos se desató una campaña de incredulidad sobre las causas del óbito. En marzo de 2017, tres meses después, se hizo público el informe del forense que practicó la autopsia al cadáver del cantante. Murió por una cardiopatía dilatada con miocarditis y problemas causados por su hígado graso. El supuesto misterio de la desaparición de George Michael, quedó ya absolutamente desvelado. Absurdo resulta que todavía haya quien no lo crea así, sobre todo si es un medio de comunicación desinformado.

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