El cuerpo del “rey del pop” mostraba signos de desnutrición, deshidratación, anorexia, adicción a los analgésicos, vitíligo y múltiples cirugías estéticas
Michael Jackson fue uno de los artistas más famosos y polémicos de la historia de la música. Su muerte, ocurrida el 25 de junio de 2009, conmocionó al mundo entero y generó muchas especulaciones sobre las causas y las circunstancias de su fallecimiento.
La autopsia realizada al cuerpo del “rey del pop” reveló escalofriantes detalles sobre su estado físico y mental al momento de su deceso. Según el informe médico, Jackson murió a los 50 años a causa de un paro cardíaco provocado por una sobredosis de propofol, un potente calmante que le administraba su médico personal, Conrad Murray, quien fue declarado culpable de homicidio involuntario.
El cuerpo de Jackson presentaba signos de desnutrición, deshidratación y anorexia. Tenía pastillas parcialmente disueltas en el estómago y solo comía una pequeña comida al día. Su cadera, muslos y hombros estaban cubiertos de marcas de pinchazos de las inyecciones de analgésicos que recibía a diario. Su piel estaba manchada por el vitíligo, una enfermedad que afecta la pigmentación. Sus labios, cejas y cuero cabelludo estaban tatuados para simular color y forma. Su nariz tenía cicatrices por las múltiples cirugías estéticas a las que se sometió. Y lo más impactante: era calvo y usaba una peluca pegada a su cabeza.
Estos hallazgos muestran el deterioro físico y psicológico que sufrió Jackson a lo largo de su vida y carrera artística. El cantante tuvo que enfrentar la presión de la fama, las acusaciones de abuso sexual a menores, los problemas financieros, las críticas por su apariencia y su identidad racial, y su propia inseguridad y soledad.
Michael Jackson fue un ícono de la música pop, pero también una víctima de sus propios demonios. Su autopsia revela la trágica realidad que se escondía detrás de su talento y su carisma.